El latín

Se acostumbra a decir que el latín es una lengua muerta... La existencia de numerosas lenguas latinas provenientes del latín - el español, el francés, el portugués, el rumano, el catalán, el romanche, el sardo y otras lenguas minoritarias- la presencia latina evidente en el léxico inglés, alemán y ruso, por ejemplo, así como la importancia que el latín ha tenido en la comunicación científica, permiten matizar esta afirmación.

Es dificil imaginar cómo una lengua hablada por una pequeña comunidad de campesinos, comerciantes y soldados llega a ser, en Occidente, la lengua de todo un imperio. Difícil también es comprender que se haya mantenido durante siglos, aunque ya no siga siendo la lengua materna de las poblaciones que la utilizaron.

Ese será, sin embargo, el destino del latín, medio de expresión de una pequeña población de pastores y agricultores de Lacio, en el valle pantanoso del Tíber, ocho siglos antes de nuestra era.

Este pequeño poblado, Roma, se irá extendiendo poco a poco a expensas de sus vecinos y, en el siglo 3 antes de J.C. tomará posesión de toda la península itálica. En los siglos posteriores Roma realiza la conquista de territorios cada vez más numerosos, hasta constituir el más grande imperio que jamás haya existido en la Antigüedad.

La ruda lengua de los campesinos transformados en soldados, bajo la influencia de la cultura helénica,-sobre todo a partir de las Guerras Púnicas- se pule y se refina. Adquiere tal perfección que se convierte en el medio de expresión literaria de grandes autores, tales como Cicerón, Horacio, Virgilio y Ovidio.

Paralelamente a esta lengua refinada, existe una lengua hablada más popular, llevada hasta los confines del imperio por los legionarios y los funcionarios y que se va transformando poco a poco al contacto con los diferentes pueblos integrantes de la vasta comunidad política romana. Estas transformaciones dan lugar a variantes dialectales.

A la caída del imperio romano de Occidente, en el año 476, con la ruptura de la unidad política y la desaparición, por consecuencia de un centro único generador de normas lingüísticas, sus variedades se desarrollan, se consolidan y dan nacimiento a las lenguas romances actuales, así como a otras lenguas desaparecidas en la actualidad.

El latín escrito no muere con el imperio y se mantiene en la literatura medieval, la liturgia cristiana, los edictos, los decretos, las leyes, etc. Bajo una forma un poco diferente del latín de origen, conocida como el bajo latín o el latín medieval.

Más tarde, en la época del Renacimiento, un retorno hacia el interés por el latín le devolverá su lugar de lengua de la cultura y de la ciencia, así como de la diplomacia. Ella mantendrá su estatus hasta el siglo XVII, parcialmente en el siglo XVIII e igualmente hasta el siglo XIX.

De esta manera, después de haber seguido durante siglos el camino de los ejércitos romanos, el latín sobrevivirá a las batallas y a la fragmentación y a la transformación de su variante popular. Conocerá un singular destino que le hará llegar a ser, después de modestos inicios, no solamente la lengua vehicular privilegiada de un inmenso imperio, sino también la depositaria de los mayores tesoros culturales de la humanidad. Soporte de propagación de una de las principales religiones mundiales, el cristianismo, el latín se mantiene como la matriz original y espiritual de algunas de las lenguas más importantes del atlas lingüístico mundial actual.

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