Los hermanos Vargas, el pictorialismo y los nocturnos

Los retratos de estudio

El estudio de arte, sus aprendices y el problema de la autoría

El Estudio de Arte Vargas Hnos.

The Photographic Archive Project

 

Los retratos de estudio

Como cualquier otro estudio fotográfico de su época, el Estudio de Arte Vargas Hnos. se dedicaba al retrato. Los modernos mercados de la fotografía comercial - publicidad, modas y fotoperiodismo - se encontraban todavía en sus inicios y, tanto en Arequipa como en Londres o Madrid, los fotógrafos se ganaban la vida retratando a la burguesía local.

Los estudios fotográficos peruanos de finales del siglo XIX tenían como referente los modelos europeos. Las limitaciones técnicas de la época, entre ellas la lentitud de las emulsiones fotográficas, obligaban a retratar en poses relativamente estáticas, usando una iluminación natural y uniforme con un mínimo de sombras. Con el fin de destacar el estatus del retratado, los grandes estudios limeños solían utilizar telones elaborados y escenografía variada. Para fines del siglo XIX, estas prácticas eran también comunes en provincias.

Durante su largo aprendizaje en el estudio de Max T. Vargas, los hermanos Vargas fueron imbuidos del estilo del retrato romántico victoriano que su maestro había asimilado en Inglaterra. Un ejemplo de este estilo es el Retrato de mujer, c. 1910, que puede haber sido tomado por el mismo Max T. o por los hermanos Vargas. La mitad inferior del negativo, severamente deteriorada, fue borrada intencionalmente para eliminar el primer plano y crear, por medio de una luz suave y uniforme, una atmósfera etérea. La mirada fija y penetrante de la modelo es inusual en una época en que las mujeres eran generalmente retratadas en actitud discreta y femenina.

El fotomontaje de José Miguel de la Cuba, Bellezas de Arequipa, esta conformado por cientos de retratos en miniatura tomados a inicios del siglo XX. Gracias a este mosaico, podemos apreciar claramente la evolución del retrato hacia un estilo más dramático y técnicamente sofisticado, con fuertes claroscuros y contraluces. Ya no se trata de un simple retrato individual sino de una apoteosis de la mujer a través de la fotografía.

Esta fórmula fue perfeccionada por los hermanos Vargas, consagrados por su habilidad para captar la belleza y sensualidad de sus modelos. Sus primeros retratos, suaves y románticos, con decorados simples y fondos planos, se parecen mucho a los de Max T. Vargas. Sin embargo, una vez que alcanzan la madurez artística, dejan de lado el estilo de su maestro para desarrollar otro más teatral, fuertemente influenciado por Hollywood y la moda europea. Con frecuencia sus retratos fueron retocados y virados al azul, verde o marrón para realzar su efecto. En algunos casos, las fotografías fueron iluminadas al óleo a fin de transformarlas en fotóleos y darles la apariencia de un retrato tradicional.

La inclinación de los hermanos Vargas por el dramatismo encontró su máxima expresión en los años veinte en una hermosa serie de retratos de actores, bailarines, artistas y escritores. Este modo teatral, sumamente estilizado y pulido, se aplicaría industrialmente en el estudio; en la mayoría de los casos fue exitoso, pero a veces resultó desconcertante, como en el retrato del varayoc Miguel Quispe.

Expertos comerciantes, los hermanos Vargas sabían retratar a sus clientes como estos querían ser vistos, y la penetración psicológica no era necesariamente su prioridad. Aunque sus contemporáneos elogiaron el don de los Vargas para “auscultar en las almas”, en realidad sus retratos tienen más en común con la fotografía de modas, donde la meta del fotógrafo es la creación de una imagen más bien simbólica que reveladora del sujeto.

La habilidad de los hermanos Vargas para adaptarse a la moda artística es aun más impresionante si consideramos que nunca abandonaron su ciudad natal. Lectores ávidos y extremadamente competitivos, los Vargas encontraron gran parte de su inspiración en libros, periódicos y revistas que los mantenían al tanto de las últimas tendencias fotográficas de Lima, Europa y los Estados Unidos. En su trabajo más fino, los Vargas lograron superar a sus modelos cosmopolitas, y si a veces sus retratos nos parecen ligeramente edulcorados o sentimentales, están, sin embargo, impregnados del animado e indeleble espíritu de una época mágica y fascinante de la historia de Arequipa.