Presentación: El Estatuto de la Terminología
Fernando Pardos
Secretario General de AETER
 

Bienvenidos a esta tercera y última jornada de la Conferencia sobre la cooperación en materia de terminología en Europa. De acuerdo con el programa de la conferencia, corresponde esta mañana comenzar con la sección sobre el estatuto de la terminología. En realidad, conviene distinguir desde el principio dos aspectos y hacer más extenso el título: el estatuto de la terminología como disciplina y el estatuto de la profesión de terminólogo.

En cuanto a la terminología como disciplina, todos estamos de acuerdo, y es una de las razones por las que se celebra esta conferencia, en que existe una falta generalizada de promoción de la terminología y de conocimiento de su alcance y significado por parte de las autoridades oficiales, las instituciones académicas y el mundo industrial y empresarial.

Las autoridades oficiales de cada país son responsables de las respectivas políticas lingüísticas, en las que podemos enmarcar a la terminología con sus particulares características y circunstancias. A este respecto, un vistazo panorámico a la situación parece apuntar hacia la existencia de una política lingüística fuerte, o al menos apoyada con decisión por los respectivos gobiernos, en países o regiones, generalmente bilingües, en los que la lengua es o se considera un instrumento de identificación nacional desde el punto de vista político. Véanse los casos de nuestra anfitriona Francia, de Quebec en Canadá o de Cataluña en España, donde el sentimiento de proteccionismo hacia la propia lengua se ve reflejado en la creación de organismos y acciones específicas. Puedo citar, por cercanía, el caso del TERMCAT en Cataluña, cuya directora, Ester Franquesa, intervendrá más tarde en esta sección, o UZEI, del País Vasco. También podemos enmarcar aquí organizaciones, programas y proyectos internacionales más o menos "oficiales", bien conocidos de todos pero entre los que se echa de menos un mayor esfuerzo de colaboración e intercambio.

Las instituciones académicas atienden a la terminología con desigual interés. En la mayor parte de los casos, no obstante, es de forma marginal. Hay, por supuesto, excepciones. En España, una de estas excepciones la constituye la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, que mantiene desde hace tiempo un loable empeño en tareas terminológicas. En este apartado de las instituciones académicas caben también las universidades. Es de hacer notar que, cuando los departamentos universitarios prestan atención a la terminología, se trata generalmente de iniciativas de departamentos o facultades de letras, lengua, literatura, etc. En las facultades de disciplinas científicas o técnicas, sin embargo, la terminología no está olvidada. Sencillamente se hace terminología de una forma casi intuitiva y siempre como un medio o punto de partida necesario para la consecución de otros fines intelectuales o científicos.

Merecen ser citados como ejemplos españoles la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona, con su Institut Universitari de Lingüística Aplicada, las Escuelas de Arquitectura de varias universidades o las Facultades de Traducción e Interpretación, de proliferación reciente. No obstante, hay que señalar que muchos de los esfuerzos terminológicos se enfocan como trabajos de tesis doctorales, de escasa trascendencia posterior o de difusión restringida.

El mundo industrial y empresarial es, en una primera aproximación, uno de los principales destinatarios de los estudios terminológicos. En este caso, el escollo principal deriva de la necesidad de despertar el interés de las empresas en cuanto a la importancia, la utilidad e incluso la rentabilidad de la terminología. A ello se añade una profunda parcelación, casi una atomización, de los intereses empresariales, que deriva de la propia naturaleza especializada, tanto de la empresa como de la misma terminología. La consecuencia son intereses muy limitados, ni siquiera a un sector de actividad, como por ejemplo la industria del automóvil, sino a la actividad interna de la propia empresa. Puede darse, y se da, el caso de distintas terminologías para un mismo producto o sector desarrolladas por marcas o empresas diferentes, en un intento de distanciarse o distinguirse de la competencia.

En cualquiera de estos ámbitos, oficial, académico y empresarial, es necesaria la adopción de acciones para mejorar el reconocimiento de la importancia y las posibilidades de la terminología. Esto es claro desde el punto de vista de la terminología como disciplina, como estudio de los lenguajes de especialidad. Otro caso es el del terminólogo como profesional. Se plantean aquí varios problemas e interrogantes. Uno de los problemas deriva de la heterogeneidad de la procedencia de los terminólogos. Sus distintos entornos de origen traen como consecuencia diferencias de enfoque lingüístico, de perspectivas y de conocimientos que muchas veces dificultan, si no impiden, un intercambio fluido de ideas e información. Esto significa en la práctica que el terminólogo, la persona que fabrica, traduce o normaliza los términos, es tan especializada como estos últimos. Y ello provoca los interrogantes: ¿es necesario o conveniente un estatuto oficial del terminólogo como profesional? ¿Puede alguien ofertar sus servicios como terminólogo a cualquier tipo de empresa, industria o proyecto? ¿Quién es el mejor preparado para este trabajo: el profesional de la actividad correspondiente, que la conoce en profundidad, o el "teórico" de la terminología, que posee los conocimientos adecuados en cuanto a la formalización, normalización y gestión de los términos? Antes de ayer hemos aprendido aquí que ninguno de los dos: el mejor terminólogo no es el lingüista especializado en terminología, ni el científico con inquietudes lingüísticas, sino el equipo formado por ambos, trabajando en estrecha colaboración y más allá de la simple consulta aislada. ¿Debemos impulsar entonces solamente la idea de un estatuto de la terminología como disciplina? Quizá nuestra tarea sea la de inculcar en autoridades, instituciones académicas y empresas la necesidad de desarrollar, homogeneizar y normalizar su terminología. Puede que el resto venga solo, sin necesidad de forzarlo. Por esta vez, la función crea al órgano.

Las intervenciones que tendrán lugar a continuación aportarán sin duda luz sobre todos estos aspectos. Comenzaremos con la ponencia que desarrollará el profesor J. Graham, presidente de la Asociación Alemana de Terminología, con el título Reflections on Terminology.

A continuación intervendrá Ester Franquesa, directora de TERMCAT de Barcelona, que nos hablará sobre La terminología, herramienta clave de la política lingüística en la sociedad contemporánea.

La tercera comunicación estará a cargo de Sandrine Olejmik, de EUROLOGOS, Bruselas, bajo el título de Mondialisations des marchés industriels et terminographie multilingue - Le Groupe EUROLOGOS, un exemple multinational de services linguistiques dans la terminologie appliquée.

Cerrará esta sección Ephraim Nissan, del CMS de la Universidad de Greenwich, cuya intervención versará sobre Registers of use, and ergolectal versus literary niches for neologizing creativity. What do the makers of technical terminology stand to learn from such contrastive analysis?

Doy paso, pues, a voces mucho más autorizadas que la mía. Muchas gracias.

 

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